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La verdadera fuerza interior


Los antiguos iniciados eran sutiles y profundos,
flexibles en los detalles y globales en su visión.
Difícilmente podían ser comprendidos.
Por ello, solo puede describirse su apariencia.
Prudentes, como quien cruza un río en invierno,
cautos, como quien está atento a cuanto le rodea,
respetuosos como invitados agradecidos,
fluidos como el hielo a punto de fundirse,
auténticos como un tronco sin tallar,
llanos y accesibles como un amplio valle,
impenetrables como las aguas profundas.
¿Qué otras personas podrían pasar
voluntariamente de la oscuridad a la claridad?
¿Quién, si no, podría permanecer en calma
mientras las aguas tranquilas cobran vida?
El que abraza la verdadera fuerza interior
no anhela la plenitud final,
y, por ello, continuamente renueva su esencia:
se mantiene cual germen oculto,
que no se apresura por alcanzar una prematura madurez.
Tao Te Ching al alcance de todos. Alfonso Colodrón

El estudiante quiere aprobar los exámenes, acabar el bachillerato o la universidad. Pocos disfrutan aprendiendo y pocos pueden servirse de lo aprendido. El arquitecto desea ver acabada la casa, el montañero alcanzar la cima, el cazador cobrar la pieza, el político acabar la campaña electoral y el elegido, terminar su mandato y ser reelegido. El buscador espiritual pretende la perfección, quiere iluminaras, alcanzar la realización. Los iniciados en el secreto profundo de vivir en armo ojos maduran día a día. No desean caer al suelo como la breva madura. Viven conforme a su vocación y su destino. El potencial definitivo siempre se puede desarrollar hasta el momento de la gran Caída: la muerte. Un cerezo siempre puede producir unos kilos más de cerezas, hasta quedar seco o ser hendido por un rayo.
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Fuerza interior y leyes morales


Fuerza interior
 
 
Cuando se pierde la sabiduría interior,
aparece como una jaula la moralidad.
Cuando reina la astucia por doquier,
se expande como un pulpo la doble moral.
Cuando surge la discordia en la familia,
todo se vuelven obligaciones familiares.
Cuando se xpande la confusión en un país,
crecen como hongos los patriotismos temerosos.
Tao Te Chin al alcance de todos. Alfonso Colodrón.
 
 

No podemos convivir sin una cierta moral, es decir, sin una ética personal y social. Pero no es lo mismo moral que moralidad o moralismo. Este se alimenta de prejuicios, creencias, críticas a los demás y, sobre todo, de inmovilismo conservador. Que nada se mueva, para no peligrar. Las jaulas proliferan en todas las sociedades con miedo a vivir, al cambio y al intercambio, a la igualdad y al progreso de la vida. Velos de iglesia y burkas son signos visibles de las jaulas en que un género encierra a otro. Las jaulas más comunes se alimentan de tradiciones inmutables, del miedo al qué dirán de las posiciones fijas del «siempre ha sido así». Moralina, moralismo, moralidad no son sino formas de vivir el miedo a la libertad. Asumir la plena libertad y sus consecuencias es sabiduría. La sabiduría interior de aceptar el destino propio del ser humano: la exploración del libre albedrío.

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